[2015] Brillante… Mientras el trabajo ocupaba mi atención, de pronto una frase caló hondo, movilizó.
Por la variedad de contenidos, por cierto ritmo de radio que me cae bien, suelo escuchar a Fernando Bravo en radio Continental. No siempre coincido con lo que se dice al aire, pero cuando tengo ganas de escuchar hablar mientras trabajo, es una opción que considero válida.
Y acaba de aparecer en el aire la frase que inspira este comentario: “La cocina es la casa matriz de los recuerdos”.
¡Cuánta razón! Todos, en más o en menos, tenemos cientos de recuerdos que se ambientan en la cocina. Olores, sabores, sonidos, tarea escolar, abuela, lluvia, desayuno y mucho más.
Por algún motivo que ahora desconozco, Bravo acaba de impactarme con un cross de derecha directo. Me nockeó.
Me llevó de un tirón a la cocina de la infancia, a la de mi abuela aquel verano que compartimos solos ella y yo, a la de la casa de mi novia de la adolescencia (mi esposa desde hace muchos años)…
Increíble viaje relámpago al país de las sensaciones más gratas.
Y con la misma velocidad salté a lo que supe en estos años: Hay una cantidad importante de personas que no pueden tener los mismos recuerdos, las mismas sensaciones de volver a ver a la abuela o la madre cocinando al volver del colegio o de jugar en la vereda.
Son los que el "comedor barrial" les arrebató esos recuerdos y también los aprendizajes. Son las mujeres que hoy deben aprender a cocinar y a jugar con sus hijos, porque una infancia sin cocina familiar ni mamá disponible les fue negada.
Mi experiencia personal en el barrio La Calabria, en San Isidro, con compinches de juego que tenían familias y cocinas parecidas, y el conocimiento actual de entidades que capacitan a mujeres sin infancia de cocina y familia, me convencen de lo acertada de la frase del locutor en la radio.
Garantizar ese grato recuerdo para todos implica muchas cosas, por las que los Estados y la ciudadanía deben trabajar: Que todos tengan casa digna, que no sea imprescindible que mamá salga a trabajar afuera de casa, y que hasta los más humildes tengan cómo compartir una merienda o un almuerzo decente junto a los afectos más cercanos en su casa.