Delincuentes peligrosos libres por acción de jueces, aprobación express de leyes, debates serios inexistentes, políticas económicas antidesarrollo, histeria discursiva, legislación para los amigos, funcionarios con crecimiento patrimonial injustificable, ideología contraria a la pacificación, promoción del consumo y tráfico de drogas, medios de comunicación sostenidos íntegramente por el Estado, dilapidación de dineros públicos en propuestas inútiles, negación de la realidad social profunda, cortoplacismo económico, confrontación sistemática, destrucción de valores fundamentales, fabulación histórica, soberbia transversal.
La sorpresiva muerte del fiscal Alberto Nisman -que implicaba al kirchnerismo en la causa por la voladura de la AMIA-pareciera la gota que rebalsa el vaso de una situación de la que no sólo es responsable el peronismo gobernante. El peronismo, desde su orígen, buscó acallar toda voz crítica, buscó lavarle el cerebro a los niños en las escuelas, encumbró personajes para embanderarlos con dineros públicos, buscó inventar "próceres" de la salvación del país, mientras destruía sus cimientos. Luego, cada gobierno -legal o ilegal- fue haciendo su parte para la situación actual.
Como lo hemos señalado en otras ocasiones, la Argentina actual -anímicamente alterada, cotidianamente a la defensiva, desapegada de toda regla, inmadura e inconstante- no es fruto de la casualidad ni de los últimos años de gobierno. El proceso se inició hace muchos años y la mayoría crítica sigue argumentando razones en algún golpe de Estado o en alguna década reciente, olvidando las causas profundas de nuestra actual decadencia e injusta realidad.
¿Autocrítica? ¿Alguna vez algún partido o político de peso la hizo? ¿Algún empresario se atrevió a reconocer su responsabilidad?
Los cambios de cabalgadura constantes en la clase política, los increíbles niveles de vida de funcionarios y legisladores, la presencia de opositores con los mismos vicios y malas costumbres que lo que critican, el olvido sistemático de los más necesitados, la actitud a la defensiva con cada acusación de errores de gestión (siempre responsabilizando a otros), demuestran la pobreza de la clase dirigente argentina desde hace muchas décadas.
En más o en menos, todos miran para el costado, siempre el "culpable" es otro.
Muchos, tristemente, se convencen de que "este país no tiene arreglo". Y es cierto, en tanto cada uno tome (o siga tomando) el camino de mirar sólo su ombligo, nuestra querida Argentina no tiene arreglo.
Sacrificio, convicción, compromiso, aunque el precio sea alto, por mejorar nuestro país. NO a los pequeños actos de corrupción diaria, NO a la justificación constante de los propios errores porque otros también se equivocan, NO a acomodar las reglas a la propia conveniencia, NO a gastar un peso de más mientras otros tienen HAMBRE, NO a pensar que uno merece vivir tranquilo y se puede no sentir como propio el dolor de nuestros compatriotas, NO a seguir pensando que no conviene reaccionar, NO a no poner cada minuto para construir en lugar de destruir, NO a lavarse las manos por las situación general y pensar que es responsabilidad de otros, NO a querer más el descanso y las vacaciones que el trabajo, NO a sentir admiración por otros países sin haber hecho lo suficiente por el propio, NO a quedarse con lo que a uno no le pertenece, NO a alimentar el desánimo del otro, NO a pensar que algún candidato político puede hacer cambio alguno sin la acción de los ciudadanos, NO a olvidar de dónde venimos, NO a la ignorancia, NO a la pobreza, NO al todo vale, NO a la trampa porque todo el mundo la hace, NO a la simulación.
La muerte de Nisman es, sin dudas, un episodio doloroso. Sea asesinato, instigación o deliberado suicidio.
Pero, desgraciadamente, estamos rodeados de episodios dolorosos a los cuales nos acostumbramos. Tanto que los omnipresentes medios de comunicación no le destinan "cadenas nacionales" como las que hoy emprenden por el fiscal.
Bienvenidas las marchas, bienvenida la consternación, bienvenida la duda, bienvenido el descrédito.
Pero bienvenido sea también que todos vivamos 24 horas al día asumiendo nuestra responsabilidad cívica a pleno, para jugarnos por la honestidad, por el esfuerzo, por la generosidad.
Maravillarnos por países organizados, con leyes claras y justas, pero no respetar un lugar para estacionar, una máxima de velocidad, el lugar en la fila, invocar a un "amigo" para conseguir ventajas en un trámite, no ser una empresa socialmente responsable, no cuidar el espacio público, no ser justo y respetuoso con nuestros empleados, etc. nos invalida de poder exigirle responsabilidad, capacidad y decencia a los gobernantes y jueces.
-> Alberto Mora
Director de Contenidos