En Chile hubo elecciones y todo parece indicar que Michelle Bachelet (62) podría ser nuevamente la presidente si supera la segunda vuelta.
No obstante el importante porcentaje que obtuvo su candidatura, el 46%, no le alcanzó para ganarle a la abstención de votantes que superó el 50%.
Es llamativo que esto ocurra, aunque tal vez sea la demostración de lo que ocurre cuando el voto no es obligatorio.
Cuando la población no cree en el sistema, cuando no lo convence ningún candidato, cuando no recibe propuestas claras o cuando no comprende el valor de su participación para lograr un cambio, y se libera de la obligatoriedad, no va a votar.
Es evidente que un voto en blanco o la ausencia de voto, cuando es consecuencia de la evaluación del votante, puede representarlo. Es decir, su voto es no votar, si se acepta el juego de palabras.
Pero, habida cuenta de que sólo son contabilizados los votos positivos –como sucede en la Argentina- cada voto a un candidato vale mucho más cuanto menos votos hay. Y, como suele ocurrir, cada partido tiene seguidores más o menos cautivos que a cada uno le dará un resultado a su medida.
Es una vieja discusión si el voto debe ser obligatorio o no.
Por un lado parece atractivo pensar que debería respetarse la libertad del votante y permitirle hacer lo que desee. Si quiere sufragar que lo haga. Si no quiere, que no lo haga. Ni una actitud lo hace civilizado y democrático, ni la otra lo convierte en inculto o totalitario.
Pero sí es importante saber qué provoca votar en blanco, no votar o anular el voto. Ahí está el centro del problema.
Si no ir a votar o votar en blanco da más poder a cada voto que reciben los candidatos, tal vez uno no quiera que la balanza se incline más aún hacia uno de ellos.
Habrá que esperar qué sucede en la segunda vuelta chilena el 15 de Diciembre para ver si vuelve a Bachelet a la presidencia. Si así ocurre no tendrá un congreso dominado y deberá buscarse el consenso para cada medida: la gratuidad de la enseñanza, la reforma de la Constitución (es de 1980) y la regionalización del país, entre otros temas.
La socialista Michelle Bachellet -presidente de Chile desde 2006 hasta 2010-, encabezó la super agencia para la mujer de las Naciones Unidas, llamada Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y Empoderamiento de la Mujer. Bachelet fue la política más destacada de Sudamérica que asistió a la cumbre abortista Women Deliver 2010 en Washington, que reunió a políticos y legisladores, a agencias de las Naciones Unidas y a las grandes ONG abortistas, como la IPPF, Marie Stopes, IPAS, Women's Link, etc.; así como también al grupo de apóstatas Católicas por el Derecho a Decidir.
En esta campaña por la presidencia de Chile Bachelet expresó públicamente que es partidaria de la "despenalización de la interrupción voluntaria del embarazo en caso de peligro de la vida de la madre, violación o inviabilidad del feto", un trillado argumento usado internacionalmente para buscar la aceptación del asesinato intrauterino como una práctica que evita un mal mayor. Nada mas lejos de la verdad.
Por su parte, el candidato de centro-derecha Franco Parisi, expresó que no está en contra del aborto terapéutico, pero considera que se debe trabajar en la "masificación del uso de la píldora del día después y una educación sexual 'moderna'". Ambas medidas son funcionales al aborto como está demostrado científicamente desde hace años.
La candidata oficial, Evelyn Matthei (60), siguiendo la línea del presidente Piñera, expresó su apoyo a la vida desde la concepción y hasta la muerte natural, y adhiere al Acuerdo de Vida en Pareja (AVP) para los homosexuales pero no al "casamiento" entre personas del mismo sexo.
Ambas candidatas no perdieron tiempo y ya salieron a buscar los votos de los que se abstuvieron y las alianzas que le aseguren la victoria.