Lo ocurrido con el fatal choque de un tren al llegar a la estación terminal de Once provocando la muerte de decenas de personas y heridas a cientos cuando impactó a "solo" 20 kilómetros por hora, debería ser suficiente ejemplo de lo que puede ocurrir al conducir sin cinturón de seguridad.
Se dice que un choque a 50 km/h equivale a una caída libre desde un quinto piso lo que permite imaginar qué le puede pasar a nuestro cuerpo.
Pero tal vez una imagen más clara de lo que puede sucedernos es saber que a "solo" 20 km/h (la misma que tenía la formación del tren del Sarmiento) lleva el peso de una persona a seis veces más en un segundo. Es imaginar que de golpe un cuerpo de 70 kilos pesa 420. Imposible tener fuerza suficiente para soportar la inercia.
Ahora bien, ¿sucede lo mismo con un objeto suelto en el habitáculo del auto? Si. Un maletín que puede pesar 3 kilos en un instante pesa 18 y nos pega en la nuca. Es simple imaginar qué nos pasa con semejante impacto.
¿Sucede lo mismo con un bebé en brazos de su mamá en el asiento del acompañante? Si. El bebé pesa 4 kilos y repentinamente pesa 24. La madre, aunque lo intente, no tendrá fuerzas suficientes para sujetarlo y evitar que impacte contra el tablero del auto o que atraviese el parabrisas.
Hemos visto infinidad de veces cómo un padre lleva a un bebé o un niño pequeño en la falda mientras maneja y, posiblemente, vaya a la misma velocidad de la que hablamos: 20 km/h.
El choque del tren del Sarmiento provocó la muerte y las heridas de muchos a una velocidad que cualquiera en un auto pensaría escasa para hacer daño. Sin embargo, con tan poco el mundo mira nuevamente a la Argentina en medio del dolor y todos estamos consternados por lo sucedido.
La empresa tiene su responsabilidad, no hay dudas. Pero también la tiene el Estado que no controla ni este ni otros servicios condicionados. ¿Era necesario que esto ocurriera cuando todos vemos cómo viaja la gente en distintos ferrocarriles? ¿Acaso los funcionarios nacionales y provinciales, además de los miembros de la justicia, siempre estarán mirando para otro lado mientras las empresas abusan de los usuarios sistemáticamente?.
Los accidentes de tránsito ocurren, no es novedad, por múltiples razones. Por un lado las imprudencias generalizadas de los automovilistas, camioneros y motociclistas. Pero simultáneamente todos los niveles del Estado miran para otro lado al no ejercer con dureza su rol de control y penalización en todo tiempo y lugar.
San Isidro, un sitio como cualquier otro donde hay más vehículos de los que pueden soportar avenidas y calles más o menos céntricas, tiene demasiadas esquinas conflictivas por el tránsito. Pero, al mismo tiempo, no se ven suficientes inspectores o policías haciendo cumplir las normas vigentes y multando de forma ejemplar a quienes arriesgan sus vidas y las ajenas, o entorpecen la circulación.
Vehículos que no anticipan sus movimientos, con luces en mal estado, cruzando en pasos a nivel con imprudencia, semáforos violados permanentemente, colectivos y camiones circulando por carriles equivocados, son parte de un problema serio que está en manos de conductores y, principalmente, del Estado.
Es grave un conductor alcoholizado, pero vemos demasiadas infracciones y accidentes fatales donde el alcohol no está presente.
Nunca será mucho lo que se haga por impedir que una vida quede destrozada por el dolor y otras se tronchen por un Estado que no cumple con su misión de poner orden y ejemplo.