Promesas, análisis caprichosos de la realidad, recetas importadas, recetas viejas, candidatos hiper retocados conPhotoshop, sonrisas y rostros que generen confianza, frases de impacto, spots de campaña con burdas melodías, fotos con quien convenga.
Un escenario que se repite con cada elección y, parece al menos, que ahora volvió y con mayor intensidad.
El descrédito que siente una parte importante de la población para con los candidatos y el acto eleccionario tiene que ver, vaya novedad, con lo que la clase política muestra de modo cotidiano y no tanto con lo que sucede en tiempos de campaña. Indudablemente, algunos tendrán mucho y bueno por mostrar y otros ni deberían animarse a presentarse.
Hay jóvenes que se interesan por la cosa política porque entienden que si quieren un cambio, hay que meterse en esa estructura.
Pero, por otro lado, hay jóvenes y no tan jóvenes que no solo no saben qué se vota, sino que no les importa qué está en juego.
La economía parece ser un tema importante, pero no lo es más que otros aspectos de la vida de un país. Y si bien es valioso poner sobre la mesa lo que se relaciona con el trabajo, la prosperidad de las empresas de todo orden, la dinámica que permite una economía con cierta estabilidad y una distribución de los recursos con alguna equidad (algo que la Argentina no tiene), todo esto no alcanza.
Si un país bastardea institucionalmente los valores más trascendentes de las personas, si da mas o menos lo mismo cualquier cosa, si la televisión insulta la inteligencia de la población, si el Congreso se traduce en una puesta en escena que tiene más negocios que integridad en sus cimientos, si la pobreza, el hambre, la necesidad y la inseguridad siguen siendo un tema para más adelante, si la educación es utilizada para bajar línea ideológica en los niños que deberían ser formados junto a sus familias, es precisamente de esos temas que deberíamos escuchar hablar a los candidatos y no de otras cosas.
Demasiados asesores de campaña, demasiadas agencias especializadas en armados de marketing y demasiado apuro por ganar un impulso en el último tramo, le quitan seriedad a estos períodos pre electorales.
Cuando la clase política nos presente hombres y mujeres con convicciones suficientemente fuertes como para conservar su agrupación partidaria (sin oportunistas cambios de ocasión), y nos hablen en profundidad de los temas realmenteimportantes, demuestren conocimientos y decisión suficientes para lograr los cambios necesarios y defiendan a rajatabla los valores más trascendentes... otra será la historia.
Al pie de estas líneas, verá el lector un video preparado para las elecciones en España. Imagine qué interesante sería hablar en los mismos términos en nuestra querida Argentina:
Pensemos en estos temas antes de poner la boleta con el candidato.