Sentirse ingeniero ¿será lo mismo que serlo?... será cosa de preguntarle a Juan Carlos Blumberg.
Sentirse médico ¿será lo mismo que serlo?… será cuestión de consultar a Giselle Rímolo, una de las rubias de Silvio Soldán.
Sentirse una estrella del espectáculo ¿será lo mismo que serlo?… será interesante la opinión de Ricardo Fort.
Y finalmente, sentirse mujer ¿será lo mismo que serlo? Y aquí le podemos preguntar su opinión a Roberto Trinidad (transformado en los papeles en Florencia Trinidad gracias a la travestida justicia nacional) o a la amplia tropa de opinadores, periodistas y médicos para que nos den su particular postura que afirma que… si.
Ser mujer y sentirse mujer es, al menos para esta gente, lo mismo. Y por ello debe referirse uno a esos casos como “ella” y el no hacerlo puede significar un acto de discriminación, de intolerancia.
A cada rato los medios de comunicación de mayor difusión, tan estereotipados, previsibles en sus reacciones, tan obvios en la defensa de los intereses propios y tan poco afectos a mostrar la realidad de modo completo, nos acosan con mensajes tan discriminatorios como perversos: que la prostitución es un trabajo en tanto no se obligue a nadie a ejercerla, que la familia puede tener muchas “formas”, que una persona que se comporta honestamente y devuelve algo de valor que no le pertenece es algo sorprendente, que lo que mata más de 20 personas diarias en las rutas y calles son “accidentes”, etc.
Los medios y quienes producen o presentan material en ellos dejaron hace mucho de considerar seriamente que cuando dan rienda suelta a su “libertad de expresión” en algunos temas están habilitando conceptos como válidos, facilitando la confusión de valores toda vez que en quien lo reciba pueda estar “el terreno preparado” para ella.
Dicho de otro modo y para poner otro tema como ejemplo, la violencia, el maltrato, la perversión o el abuso germinarán en quienes no tengan anticuerpos para el rechazo.
Hace muchos años hablé con un grupo de especialistas en este tema que habían organizado un trabajo estadístico sobre los efectos de la violencia en los niños y llegaron a la conclusión de que las escenas violentas de la televisión (aún en dibujos animados) no generarán violencia en los chicos si el entorno inmediato (el de la familia y/o el colegio) rechazan tal comportamiento por inadecuado, inconveniente. Es decir, si en el niño se fomenta el diálogo (dialogando con él y escuchándolo), llevándolo cotidianamente a considerar al prójimo (y ve eso en los adultos), si no se lo desacredita por tener razonamientos… de niño, etc. seguramente ese niño cuando crezca será tolerante, respetuoso y esperará un trato similar.
En cambio, si se lo menosprecia, se lo hace callar porque se carece de paciencia para esperar que concluya una idea, si se lo maltrata por cualquier motivo, al crecer será esa su forma de comportarse. Y si algunas de esas formas, además, las ve en televisión, los resultados se potenciarán.
Del mismo modo, si algunos roles no están bien definidos en casa, si los volátiles planes de estudio que se imponen a las escuelas bajan línea a los docentes sobre estas “nuevas formas de vida” que traicionan el equilibrio de la naturaleza, si la tele, la radio y las revistas toman como “normal” tanto la prostitución como el consumo de drogas (hay una revista mensual de circulación nacional que promueve el consumo de marihuana) o las desviaciones sexuales, ¿es raro que estos fenómenos crezcan?
Mientras el paco mata jóvenes a diario, la cocaínacircula y crece su consumo, el éxtasis es invitado a muchas fiestas muy promocionadas, la marihuana impregna con su particular olor calles, medios de transporte y los más diversos ámbitos, el Estado dice trabajar con firmeza contra las drogas. Una batalla que se emprende de un modo curioso ya que por un lado se anuncian operativos “exitosos” y por otro hay encumbrados funcionarios que relativizan la gravedad del consumo.
¿Será extraño que nuestro hijo, sobrino o nieto de la noche a la mañana “elija” consumir algo que le hace daño o “se sienta” algo que no es? ¿Deben los adultos estar preparados para que Carlitos “elija” a los 18 años vestir tacos altos, inflarse artificialmente el pecho, depilarse todo el cuerpo y exija que lo llamen “Carla”? ¿Debe el Estado imponer una interpretación caprichosa de la realidad y permitir que se promueva un consumo, una actitud riesgosa o que en una forma legal se declame que ese señor… es una mujer?
La verdad no es algo “opinable” a pesar del cliché histórico de que alguien hable de “mi” verdad y “tu” verdad. Una cosa es la verdad y otra son las adhesiones o no a ella. Una cosa es la verdad y otra los puntos de vista sobre un tema.
Un perro será un perro desde que nace y hasta que muera, aunque se lo trate como “un integrante más de la familia”, se le ponga un nombre y se le adjudiquen increíbles actitudes humanas.
Un regla, una norma -en tanto se la reconozca sana y al servicio del Bien Común-, será siempre un marco propicio y corresponde respetarla siempre, cuestionando su trasgresión en un partido defútbol, en una avenida, en una transaccióncomercial, en un aula o en cualquier lado.
La libertad de expresión ejercida por periodistas y medios de comunicación corresponde ser garantizada, toda vez que en su ejercicio no se vean agredidos valores, estilos de vida y derechos de la población, mayoritariamente anterior y más respetable que estas minorías antinatura.
