La muerte -para muchos nada sorpresiva- del diputado Néstor Carlos Kirchner, como sucede con otros fallecimientos sobredimensiona las virtudes, al punto de otorgar título de bondad, talento, capacidad, etc. a cualquiera.
Músicos, actores y hombres públicos cuando encuentran el final de su vida terrenal en momentos de juventud o inmersos en plena actividad, nos hace suponer que llegan a ese último paso "anticipadamente".
Los cantantes cantaban excelentemente bien, los actores eran auténticas estrellas y los políticos eran verdaderos patriotas. Y todos, aún tenían cosas por brindar, méritos por lograr, premios por recibir. Excesos que suelen estar basados en el impacto, la emotividad y la búsqueda de ponderación por admiración del extinto. Todo esto sin considerar el extremismo de la tropa mediática que, con lágrimas de dudosa legitimidad, apareció en cuanto micrófono pudo.
A pesar de que nos corresponde pedir a Dios por el alma y su eterno descanso, Néstor Kirchner, el ignoto gobernador de Santa Cruz que llegó a la presidencia por intervención del siempre poderoso Eduardo Duhalde y por la ausencia de Menem en la segunda vuelta, fue el ejemplo de la desmesura, de las ansias de acumulación de riquezas y poder, de arremetercontra opositores a toda costa, de no aceptar crítica alguna, de la imposición y los caprichos que brinda la impunidad.
Esto no es faltar el respeto a su persona, sino evitar que nos avasalle nuevamente un enfoque recortado de la realidad.
Quiso este hombre llevar su particular modo de gobierno en su provincia al resto del país, quiso -y lo logró por bastante tiempo- acallar las voces contrarias de los medios con dinero (pautas publicitarias), impuso una visión sesgada de la historia argentina buscando alianzas para el enfrentamiento y no para la unión y la reconciliación. No casualmente AlbertoFernández le "sugirió" a Eduardo Duhalde y a Julio Cobos que no asistieran al velatorio en la Casa de Gobierno. Una muestra de que ni siquiera en ocasiones tan duras, abandonan el enfoque caprichoso de las instituciones.
La confrontación, un recurso que Kirchner sabía manejar con habilidad, fue una herramienta que puso en juego en su vida de gobernante.
La permanente acumulación
Es complejo, al menos para muchos ciudadanos comunes y corrientes, imaginarse con dinero en abundancia (Los Kirchner crecieron en bienes patrimoniales sin cesar) y construyendo poder en todo tiempo, para no disfrutar de ello.
Una acumulación de riqueza que, claro está, contrastaba con los discursos (en realidad nunca es posible conocer a una persona por esa clase de manifestaciones) en los que se señalaba con dureza a los que más tienen como responsables de la desigualdad.
Al igual que otros gobernantes (algunos más y otros menos) el matrimonio presidencial se ocupó de favorecer a sus fieles seguidores en diversidad de negocios, licitaciones y emprendimientos. Abundan los ejemplos de beneficiados que tardarán mucho tiempo en gastar lo que lograron por esta vía.
Kirchner fue un militante y de eso no hay dudas. Pero lo fue con la obsesión propia de una ambición sin límites, con la omnipotencia de quien no quiere ceder un ápice. Para él no había descanso: todo era una constante "construcción" en favor de sus intereses. Planeó traspasar el poder a su mujer y así lo hizo, -aunque tuviera que saltar normas- para seguir manejando los hilos de la estructura política. E imaginaba acumular poder suficiente para volver a la presidencia en las próximas elecciones.
Néstor Kirchner utilizó todos los recursos disponibles (acomodamiento de la verdad, medios de comunicación, alianzas, presiones, oportunismo) para que la Argentina fuera lo que él imaginaba: un lugar en el mundo dividido entre servidores fieles o víctimas y enemigos.
Por su parte, Cristina Fernández de Kirchner hizo toda su carrera a la sombra de su marido, a quien reconocía como su jefe político. Tanto fue así que su gabinete sigue siendo prácticamente el mismo que el que acompañó a Néstor Kirchner en su mandato (entre 2003 y 2007).
La presidente (que algunos comparan en una situación similar a María E. Martínez de Perón) podrá optar ahora entre seguir como hasta el momento, pero sin la conducción política real de quien la puso en ese lugar -su marido-, o darle su sello a su gobierno, si es que hay una visión propia de la realidad y del modo de gobernar.
De aquí en más
Los guarismos hablan de solidez en la economía nacional -aunque en la economía familiar hemos vuelto a ver cómo cada peso vale cada vez menos- y ello debería permitir establecer prioridades diferentes con vistas a un futuro más importante que ganar los próximos comicios. La grandeza se mide a la distancia y con gestos de integridad y prudencia, y no en el día a día de cada discurso efectista, en un comentario en Twitter o en YouTube, o en una foto de ocasión.
Por estas horas muchos (opositores y partidarios) han salido a ponderar la pasión, la inteligencia, la militancia de Kirchner, olvidando los casos de corrupción, los miles de empleos públicos generados para beneficiar a "militantes", los brutales ataques a la familia y a los valores trascendentes, y la discrecionalidad en el manejo de fondos.
Como algunos comentarios de periodistas y políticos insinuaron por estas horas: tal vez la desaparición física de NéstorKirchner (la única forma de que no tuviera más injerencia en la escena política nacional) es parte de un camino por la unidad, la conciliación, la construcción real de un paíspara todos. Tal vez.
Aunque vale decir, que eso también depende de cómo hagamos las cosas todos los ciudadanos en lo cotidiano y de la buena memoria que tengamos en cada elección de la que participemos.