[2005] - Frente a lo inevitable, que según los pronósticos es inminente, será el momento del cónclave de cardenales que se ocupará de elegir al nuevo sucesor de Pedro. Las disposiciones establecen que solo pueden votar los menores de 80 años y que deberán elegir a un Papa también menor de esa edad. De nuestro país solo el cardenal Jorge Bergoglio está en esa condición.
La historia de las sucesiones es bastante definida en torno de las personas que se eligen: son pocas las veces en las que no ha sido una sorpresa el pontífice elegido.
Un papado intenso
Seguramente la labor de Juan Pablo II como representante máximo de la Iglesia Católica no será olvidada. Le tocó ser partícipe de momentos históricos, viajó incansablemente, se acercó a distantes confesiones religiosas entendiendo que solo es posible el encuentro desde la propia convicción, utilizó todas las formas que presenta la tecnología para comunicar el mensaje de Cristo, y su palabra y su imagen fueron transmitidas por los medios de comunicación con insistencia.
Claro está que para muchos medios de comunicación de nuestro país y del mundo la situación de Juan Pablo II es noticia. También lo será su muerte cuando ocurra. Y lo será quién podrá sucederlo.
Lo preocupante es que para muchos medios, periodistas y opinólogos Juan Pablo II es un "personaje" al que hay que atender como protagonista de la noticia... y nada más.
Muchos de esos medios -a través de sus periodistas y conductores- han cuestionado, dudado, tejido suspicacias, fantaseado perversamente cada hecho o dicho que viniera de su Santidad toda vez que se refería a cuestiones morales, de defensa de la vida, de la dignidad de las personas, de la perversión del comunismo, de los abusos del capitalismo, de los engaños del liberalismo y tantas otras cosas.
Tal vez por que en ese caso los temas eran incómodos y ponian en tela de juicio la ausencia de valores en la sociedad y los medios, y la palabra de Juan Pablo II -ese anciano al que se mira ahora con aparente benevolencia- "debía" ser tomado ya no como la del "personaje" sino como de "la iglesia", esa que merece ser cuestionada institucionalmente por los errores de sus integrantes, y burlada por hablar de nobleza, bondad, orden natural y compromiso con la vida
Juan Pablo II ha tenido siempre el valor de decir, denunciar, defender y promover lo que cada cosa mereciera con la prudencia de quien conoce su misión en el mundo. Y como muestra de compromiso y coherencia asume serenamente ahora el dolor de esta cruz que no es muerte, sino vida. Y que seguramente es mucho menos pesada que la de quien representa.