[2005] - "La función de una mujer es laboriosa no porque sea diminuta, sino porque es gigantesca. ¿Cómo es posible que enseñar a los niños de otros la regla de tres sea una carrera profesional importante y grande, mientras que enseñar a los propios hijos todo sobre el universo sea una carrera insignificante y diminuta?” Gilbert Keith Chesterton, 1910.
En una charla a la que tuve la oportunidad de asistir, se planteó la enorme dificultad de este siglo XXI para educar y autoeducarnos en valores, virtudes, inteligencia, emociones, voluntad y sentimientos.
Un comentario parecía solucionar todo, y provocó la sonrisa de todos los hombres presentes: “regresemos a la mujer a su casa” pues si la mujer es el corazón y la educadora del hogar, estando ella allí, todo funcionará de maravilla.
En un esfuerzo de análisis y objetividad, veremos que de cierto tiene la aseveración anterior.
Hombre y mujer, son personas de igual dignidad, ambos tienen roles imprescindibles y complementarios en la sociedad, la familia y el trabajo. Parte de la esencia femenina, es que ella va a la totalidad del ser, cuida, conserva, protege, nutre y favorece el desarrollo de quien esté a su lado. Es el modo natural de ser de la mujer, su gozo es compartir la vida de los seres humanos que la rodean, en las alegrías, pero sobre todo en la tristeza, empatizando, entendiendo, viviendo "en si" los problemas de otros para apoyarlos, darles ánimo, darles "vida" psicológica, afectiva, moral…
Las características femeninas son indispensables para el desarrollo y maduración de una vida social sana, equilibrada y pujante. Desde la antigüedad, grandes mujeres como Ruth, Débora, Judit, Esther, fueron piezas clave para su pueblo, así como Isabel de Hungría, Isabel la Católica, Margaret Thatcher y la inefable Madre Teresa.
La mujer en la familia, tiene una vocación fundamental, con ese poder y don de dar vida en el sentido más amplio, va formando, moldeando, cincelando, puliendo, el alma, la inteligencia, la voluntad, las emociones, las virtudes, los sentimientos, los defectos, de aquellos más próximos, más "suyos", esa es su misión en la familia, y al cumplirla, está sirviendo a su sociedad y a su Patria, formando ciudadanos, personas íntegras. A lo largo de la historia, en diversas circunstancias, modos y momentos, la mujer ha asumido a la vez el rol familiar y el social o laboral. El caso de Isabel la Católica es palpable y extraordinario, al formar un hijo como Carlos V, y ser a la vez la reina de España, en un momento crucial de la historia mundial: el descubrimiento de América.
Si tu que lees estas líneas, analizas a las mujeres que te rodean, encontrarás, que no necesariamente una mujer dedicada 100% al hogar, forma de la mejor manera a sus hijos y atiende bien al marido y a la casa. Así como una mujer que trabaja, no necesariamente tiene a sus hijos, marido y casa en el abandono, olvido y mala educación. Es más, hay muchas mujeres, que por necesidad o por gusto comparten ambas vidas en una armonía excepcional. Hay mujeres que viven encerradas por un falso "compromiso familiar", por una comodidad y egoísmo exacerbados con desayunos sociales, clubes, spa´s, servicio que se hace cargo de la casa y los niños. También hay mujeres que se salen de casa huyendo de su responsabilidad, buscando una satisfacción egoísta y no un servicio genuino.
¿En donde está entonces el "secreto" de tener una familia integrada, equilibrada, con valores, exitosa espiritual, moral, laboral, intelectualmente en términos generales?
El estudio de grandes mujeres visionarias y defensoras de lo femenino, como Edith Stein, de hombres que han entendido y por lo tanto asumido la defensa de ese genio femenino como Karol Wojtyla y la experiencia fenomenológica de la sociedad actual, conducen necesariamente a las siguientes conclusiones:
La época histórica en la que con clara división, le correspondía a la mujer la tarea doméstica y al hombre la lucha por la vida, puede darse actualmente por concluida a causa de los cambios experimentados en la sociedad en los últimos años y decenios"
La actividad profesional de la mujer no es contraria a la naturaleza ni a la gracia divina, desde ningún punto de vista.
El orden natural lleva o debe llevar a una colaboración y complementación profunda entre el hombre y la mujer en todas las esferas, familiar, laboral, social, uno desde su masculinidad, la otra desde su feminidad.
El límite está allí donde la actividad profesional comienza a obstaculizar la vida doméstica, el bien de la comunidad de vida y comunidad educativa formada por los padres e hijos. Incluso si en el hombre la actividad profesional alcanza tal grado que lo separa substancialmente de la vida familiar, contradice el orden natural"
Rosa Martha Abascal de Arton