Emilio Calatayud Pérez nació el 22 de Diciembre de 1955 y es un magistrado español, juez de menores de Granada conocido por sus sentencias ejemplares.
Las palabras de ese hombre durante la V Tertulia del Consejo Escolar de La Comunidad de Madrid: "Familia y Escuela ante la Prevención de Conductas de Riesgo", influyen por su claro mensaje a padres, educadores y sociedad en general con el propósito de que nos demos cuenta de los problemas de los jóvenes y cómo en lugar de ayudarles los estamos perjudicando con la actual legislación.
Calatayud Pérez afirma en las jornadas que hemos evolucionado mucho en muy poco tiempo, del padre autoritario pre-constitucional al padre post-constitucional amigo del niño.
Sobre este aspecto, hoy día los menores tienen muchos derechos, pero a veces se dejan de lado y se derogan artículos del código civil, como el artículo 154 y el artículo 155 donde también se citan deberes. En el artículo 154 se cita como uno de los deberes de los padres: "Corregir razonada y moderadamente a los hijos". Con el nuevo rol de padre-amigo en muchas ocasiones esto resulta impensable y llegan los casos incluso de denuncias por parte de padres a hijos. En el artículo 155 que aborda los deberes del hijo, se indica que: "los hijos deben obedecer a los padres mientras permanezcan bajo su potestad y respetarlos siempre".
En lo que respecta al fracaso escolar, Calatayud hace referencia a la Ley de protección del menor para señalar que "cualquier persona o autoridad que tenga conocimiento de que un menor no está escolarizado o no asiste al centro escolar de forma habitual sin justificar deberá ponerlo en conocimiento de las autoridades públicas competentes que adoptarán las oportunas medidas necesarias para su escolarización". El por qué de todo esto se debe a que el fracaso escolar es el origen del 82% de la delincuencia juvenil. La inhibición de la sociedad ante los problemas de los menores, es una cuestión de orden público que escuelas, maestros, policías, comerciantes y padres que fomentan que sus hijos no vayan a la escuela.
Por todo ello aboga porque los centros escolares incorporen a su plantilla equipos de psicólogos y educadores que trabajen conjuntamente y que resuelvan los conflictos entre alumnos, alumnos y profesores, alumnos y padres, y padres y profesores.
El juez Calatayud insiste en que los padres, centros escolares y la sociedad en general se impliquen en los conflictos de los menores, que pueden recuperarse otras formas de educación psicopedagógica como el aprendizaje en lugar del estudio tradicional. Trabajar en consonancia Sanidad, Servicios Sociales, Educación y Justicia, tener colaboración, más transparencia, darse a conocer más.
Pide el apoyo de los padres a los colegios electorales y propone varias soluciones: por un lado que los padres que ejerzan de padres, no como amigos o colegas. La escuela deber incorporar profesionales, y se deben establecer buenos mecanismos de denuncia y colaboración entre Sanidad, Servicios Sociales, Educación y Justicia. Se insta a una sociedad que no sea hipócrita, ya que nosotros somos la sociedad. Por parte del legislador se solicita que sea coherente. Y por último compromiso social, ya que estamos implicados todos.
Emilio Calatayud Pérez condenó a un joven que había hacheado varias empresas a recibir 100 horas de clases de informática; obligó a aprender a leer y a escribir a un muchacho analfabeto acusado de robar material de construcción; e impuso a un joven que conducía una motocicleta sin seguro un castigo tan singular como el de dibujar un cómic narrando el delito que había cometido.
Comenzó a ser popularmente conocido cuando condenó a un adolescente de 15 años que había robado una carretilla de obra a aprender a leer, pues pensó que era "lo mejor para la sociedad" y para este chico, que "era más bruto que un arado", según recuerda el propio magistrado. "Había dejado la escuela a los 5 años y un delincuente profesional le comió la cabeza para que perpetrase el delito; desde entonces, el joven no ha vuelto a tener problemas con la Justicia". A partir de ese caso, mucho de los menores que han pasado por su sala han sido sentenciados a recibir clases, a sacarse el graduado escolar, a colaborar con instituciones o hacer el camino de Santiago.
No obstante, su fama su expandió después de que alguien subiera a Internet una charla que pronunció sobre su punto de vista a la hora de ejercer la magistratura, una conferencia que cuenta con más de dos millones de visitas directas. Pese a todo, Calatayud admite no entender su éxito y asegura ser, simplemente, "un producto de los medios de comunicación", hasta el punto de que algunos ciudadanos cuando lo reconocen, le paran para elogiar su labor. "Y en estos tiempos que corren, que feliciten a un juez por la calle es de agradecer", reconoce.
Entre sus fallos judiciales más peculiares se encuentra aquel en virtud del cual condenó a un chico a escribir una redacción de cien folios sobre el buen uso de Internet. El imputado había sido llevado ante los tribunales por componer una canción, y subirla posteriormente a la red de redes, en la que insultaba a sus profesores, a los que acusaba de fumar hachís. Tras haber sido denunciado por injurias graves, Calatayud decidió condenarle a elaborar un texto acerca de la utilización positiva de las nuevas tecnologías de la comunicación, castigándole, además, con rehacer la canción, para que incluyera elogios a sus maestros. No obstante, "una de las sentencias que más uso es la de obligar a sacarse el graduado escolar o el carné de conducir; si no, les quitó el BMW ese que sé que llevan", afirma el titular del Juzgado de Menores de Granada.
Para el magistrado, una falla de la Justicia es "que no se acerca a los ciudadanos", cuando en su opinión, "la clave del éxito es usar un lenguaje entendible para los jóvenes y sus padres, que son los verdaderos protagonistas". "Una de las cosas que siempre he reprochado al anterior Consejo General del Poder Judicial es que no ha sabido vender bien el trabajo de los jueces", y eso que "el 95 por ciento se deja piel" en su labor, asevera Calatayud, quien rechaza la posibilidad de emprender nueva reforma de la Ley del Menor, abogando por aplicar convenientemente la actual.
Respecto a su carrera, sostiene que el perfil de sus procesados ha cambiado en los últimos años: si bien "al principio eran chavales marginales los que nos llegaban (eran los tiempos en los que empezaban las drogas duras y los que pasaban por el juzgado eran unos pobres desgraciados)", actualmente "las distintas clases sociales se han igualado en cuanto a los delitos de menores". En concreto, se refiere a los cometidos por la clase media, como "los delitos informáticos, las agresiones grabadas con los teléfonos móviles o el poli consumo de drogas que derivan en trastornos mentales o incluso en ludopatías". Y es que, "a la clase media le cuesta más acudir a los servicios sociales porque consideran que es de pobres", lamenta el juez, quien hace un llamamiento a los padres para que se conciencien de su responsabilidad frente a sus hijos.
Otra sentencia ejemplar fue la que le impuso a un joven que robaba casas forzando cerraduras y que hoy en día regenta una ferretería, o la de aquel que tenía a todo un barrio de Granada atemorizado y a quien el magistrado la propuso retirarle la condena a cambio de que se alistase en el Ejército. Actualmente, el muchacho es cabo y tiene a doscientas personas a su cargo. Otro de sus fallos judiciales más destacables es el que emitió en 2001, cuando obligó a una joven que había agredido a una compañera porque le había mirado mal a limpiar espejos durante 50 horas, para que así la imputada pudiera verse reflejada en ellos, y entendiera por qué la observaban de esa forma.
Escrito por el periodista Carlos Morán, el libro ‘Mis sentencias ejemplares’ (La Esfera de los Libros) recoge las anécdotas más llamativas de los veinte años que Emilio Calatayud lleva ejerciendo como juez de menores, un juez que defiende que los jóvenes que cometen un delito no tienen por que ser delincuentes, pues a este perfil tan sólo responde un 15% de los chicos que pasan por su juzgado. Por ello, antes de dictar cualquier sentencia, siempre es asesorado por un grupo de psicólogos que le aconsejan sobre qué es los más conveniente para cada caso.
El juez Emilio Calatayud Pérez vive en una casa construida en los años '80, suele andar en moto o en un viejo auto, y le gusta comenzar su día luego de nadar 1000 metros
Desde hace tiempo, tiene la sensación de no haberle negado una segunda oportunidad que puede cambiar la vida a gente abocada a ser carne de presidio. No olvida que él mismo, cuando tenía 13 años, fue enviado por su padre a un colegio de Málaga sobre el que recaía una oscura leyenda de correccional y las cuitas de sus rebeldes moradores se resolvían con juicios sumarísimos. "Si reconsideráis lo que habéis hecho", llegó a decir en una ocasión a un grupo de jóvenes que asaltaron una casa de veraneo como travesura, "lo peor que os puede pasar es llegar a juez de menores". Como él.
"Tengo la suerte de que hasta los que condeno se van contentos". En la Justicia que él imparte no cabe la venganza. Tampoco la condescendencia sin más. "El que la hace la paga, está claro, pero ahí no nos podemos quedar... Yo estudio mucho qué es lo que ha llevado a un chaval a ser delincuente", se explica. "Es duro pero aplica la ley de menores bien, y se arriesga", dice uno de sus colaboradores extrajudiciales, una de las personas que integran el equipo de sociólogos y educadores encargado desde 1993 del seguimiento de los sentenciados a servicios en beneficio de la comunidad.
"Todas nuestras sentencias son educativas... También cuando condeno a internamiento (medio centenar de casos en 2003, frente a las 650 medidas en régimen abierto), incluyo medidas tendentes a que el joven pueda en un futuro reintegrarse en la sociedad. O integrarse, porque quizás nunca tuvo esa oportunidad... De lo que se trata siempre es de saber si lo que queremos es sólo castigar o también reinsertar". Palo a secas o justicia. Él está convencido de que con su apuesta por la filosofía reinsertadora y educativa de la Ley del Menor todos ganamos. "En Granada llevamos ya tres años seguidos bajando la delincuencia juvenil".
La sensación personal de este juez es "la de haber salvado a muchos". Hay datos ("el 90% de los chavales que hemos condenado a sacarse el graduado escolar lo han aprobado") e indicios para el optimismo ("chavales detenidos por conducir borrachos que envié a atender a tetrapléjicos del hospital de Granada, se quedaron de voluntarios para, por ejemplo, acompañar a los paralíticos cuando los llevan a la playa"). Él dice que sólo un 10% de los que llegan a sus manos son ya "carne de cañón". No siempre es fácil percibir la línea fronteriza entre unos y otros.
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