La copa del frondoso ombú que desde hace décadas se erguía imponente sobre la calle Roque Sáenz Peña, en la plaza Hipólito Yrigoyen, y que supo cobijar a no pocos niños en sus aventuras cuando ese predio era una visitada plaza de juegos, debió ser sereramente podado por personal municipal.
La razón de esta medida responde a un intento de que los tímidos brotes que aparecen en su base, tomen fuerza y pueda salvarse este histórico ejemplar.
La historia de este árbol se remonta al "Ombú de la Esperanza" –así denominado por los generales José de San Martín, Juan Martín de Pueyrredon y Tomás Guido-, que tuviera las consecuencias de un rayo y se lo considerara muerto. Luego de ser extraído, sus ramas fueron depositadas donde ahora está el protagonista de esta información, la plaza Yrigoyen. Al poco tiempo, y contra lo esperado, nació el retoño del que hoy hablamos.
Según trascendiera oportunamente, el retoño del Ombú de la Esperanza resultó severamente dañado por un herbicida, utilizado por la empresa TBA para desmalezar la zona de vías próxima a le estación ferroviaria sanisidrense. En ese momento -Abril de 2006- el añoso ejemplar sufrió la caída de su follaje y sus ramas, que debieron ser raleadas con anterioridad a esta poda para reducir su volumen, y que dejó en evidencia que su ancho tronco se encuentra absolutamente seco.
De no poderse salvar estaríamos frente a una pérdida para el patrimonio histórico y cultural, tanto nacional como local del retoño del "Ombú de la esperanza".
En Octubre de 2005, en un sencillo acto, y con la presencia del intendente de San Isidro, Dr. Gustavo Posse, la Asociación Hijos y Amigos de San Isidro y la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos de San Isidro realizaron la colocación de un placa que testimonia el valor de este retoño. En la ocasión se dio a conocer la siguiente reseña:
"Para poder comprender bien esta historia debemos instalarnos en el San Isidro de 1816, que fue el año de nuestra independencia. Decía el historiador Mariano Pelliza en su libro "Glorias Argentinas", publicado en el año 1898, al respecto: "Secretos son éstos, que no revela la historia; yo me he sentado muchas veces en el poyo de ladrillos pegado al muro que, bajo el alero de la antigua casa de Marzano, existía en la Calle Real de San Isidro y allí, en un banco rústico y feo se habían sentado el General José de San Martín y el después General Don Tomás Guido".
"Rómulo Avendaño, primer historiador de nuestro lugar, dice en su libro "Apuntes Históricos sobre el Partido de San Isidro", publicado en 1869: "En la última casa de la Calle Real se reunían en los días festivos de 1816, el General San Martín, los Generales Guido y Soler y el poeta de Luca, en una palabra, los hombres más importantes de la revolución. Adrián Beccar Varela, historiador local y ex intendente, luego de confirmar lo expuesto agrega: "Quizá los historiadores no han querido entrar en pequeños detalles, sobre donde se iniciaron o se discutieron los primeros propósitos de San Martín sobre el paso de Los Andes, por considerar que ello no tenía mayor importancia; por nuestra parte hemos querido hacerlo refiriendo la tradición que ha llegado hasta nosotros sobre el particular. Los que han conocido a los hombres que actuaron en esa época, han repetido fielmente esas narraciones que tiene su interés histórico e interés histórico de mayor mérito para el pueblo de San Isidro, que resulta ser la cuna de esos grandes acontecimientos".
"Volvía a puntualizar Pelliza en su manifestación, que San Martín y Guido después del almuerzo campechanamente, con un costillar enclavado en el piso de ladrillos de aquella casa, se dirigían a la mansión del recientemente designado Director Supremo, Don Juan Martín de Pueyrredon, unas veces por el camino Real y otras por el sendero al pie de la barranca, siendo recibidos en dicho lugar, de la mejor forma. Allí los patriotas aceptaban solamente tomar un café que el propio Director Supremo, hacía traer a lomo de mula desde los valles del Perú. Luego de una sencilla charla, Guido tomaba un libro de la estantería, Pueyrredón en su escopeta morisca y San Martín una cartera con papeles y pinturas, siendo seguidos por un negrillo que llevaba los útiles de caza de su amo. Se encaminaban entonces por la calle de los nogales, llegando así al gigantesco Ombú de la Esperanza que se levantaba en las proximidades del Camino Real, dentro de la propia chacra de Pueyrredon; y mientras Guido leía y Pueyrredon cazaba al vuelo, se comentaba la viñeta coloreada por San Martín."
"Ellos fueron los que les dieron al Ombú ese nombre, porque sentados en sus enormes troncos, juraron consumar la Obra de la Independencia. Pasaban allí, de dos a tres horas y de vuelta a la casa se encerraban en un saloncito a deliberar sin testigos, sobre las más graves cuestiones de estado. Y así, mientras Guido se ilustraba para luego rendir eminentes servicios a la patria, Pueyrredon lucía ya sobre su brazo, el escudo de la Reconquista y San martín llevaría sobre sus sienes, la corona de Los Andes. Muchos años después una familia de labradores habitó en las cercanías del ombú, pereciendo todos ellos a raíz del cólera que azotó a Buenos Aires. Este hecho consta hacia el año 1867. Luego un grupo familiar de italianos dedicados a la agricultura, se asentó allí y utilizaba al ombú para proteger sus elementos de labranza."
"En el año 1914 el ingeniero Josué Moreno integrante de la Sociedad Forestal Argentina descubrió una placa de bronce en ese lugar que decía lo siguiente: "Ombú Histórico llamado de la Esperanza, bautizado así por los generales San Martín, Pueyrredon y Guido." Esta Sociedad Forestal era presidida entonces por el ingeniero Orlando Williams, quien ofreció en nuestro pueblo una conferencia años después, denominada "Los más bellos árboles de San Isidro y nuestros próceres".
Recordamos que el Ingeniero Williams había sido intendente de San Isidro en el año 1905 y él fue quien hizo plantar las centenarias tipas que hoy nos enorgullecen engalanando nuestras plazas, calles y avenidas. Por esos años se informaba oficialmente que este ombú (cuyo nombre científico es Picurnia Phytolacca Dioica), medía quince metros de altura, con una circunferencia que rondaba en los cincuenta metros. Su antigüedad se calculaba entonces en trescientos años, vale decir que al fundarse el pueblo de San Isidro en el año 1706, el ombú ya existía. En 1930 San Isidro avanzaba; los loteos y el asfalto eran cosa corriente. El Ombú de la Esperanza había quedado prisionero en el centro de la rotonda de Martín Coronado y Ricardo Güiraldes del ya denominado Parque Aguirre."
"Al comenzar la década de los años 1940 el Ombú estaba enfermo; el ingeniero agrónomo Julio Tiscornia, quien vivía en las proximidades del lugar le prodigó sus cuidados y trató de salvar esta reliquia hasta que durante una tormenta, un rayo lo partió y le quitó la vida. La municipalidad plantó en la rotonda mencionada otro ombú y los añosos troncos del Ombú de la Esperanza, fueron arrojados como restos de poda, en un bajío existente en la esquina de Roque Sáenz Peña y Juan Marín, lugar donde ahora estamos, plaza Hipólito Irigoyen, y que en aquellos años era el sitio donde acampaban los circos que llegaban con sus bártulos."
"En este lugar ante el asombro del vecindario, el retoño del ombú (único del que se tenga conocimiento) cobró vida al crecer solo, sin ningún cuidado, solamente con la ayuda de Dios, pues ni siquiera había sido plantado y ahí se conserva perenne como la hierba, como el amor. Pocos meses antes de finalizar el siglo 20 a solicitud de algunos vecinos, el Intendente Municipal doctor Melchor Ángel Posse después de interiorizarse del tema, promulga el decreto Nº 946 por el que se resuelve: Declararlo de interés Municipal "Debiendo encararse las tareas de atención y cuidado, requiriéndose la colocación de una placa o referencia histórica en el mencionado lugar".
"Hoy (21 de Octubre de 2005) la Asociación Hijos y Amigos de San Isidro, acompañada por la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos de San Isidro, contando con el gran apoyo de la Municipalidad de San Isidro, incluyendo su Concejo Deliberante, han decidido dar cumplimiento al mandato del año 1999, que no es otra cosa que la de honrar los acontecimientos de nuestro glorioso pasado sanisidrense".