Crearon el mercado Sabe la Tierra, en el Bajo de San Isidro, donde se venden productos orgánicos. Impulsan el consumo responsable y también dan microcréditos a mujeres.
Desde noviembre del año pasado, todos los sábados en la estación del Tren de la Costa, funciona Sabe la Tierra, un mercado de productos orgánicos organizado por un grupo de mujeres cuyo estilo de vida combina la gastronomía, el consumo responsable y el comercio justo.
Durante siete años, Angie Ferrazzini ideó el mercado inspirado en las ferias que visitaba durante sus viajes. “Estaba pasando por un momento de cambio profundo en mi vida -cuenta- me fui a Brasil, ahí conocí a mi pareja y, el nacimiento de mi hija, que hoy tiene 6, me hizo querer volver a mi esencia”. Durante el proceso recorrió los mercados locales, viajó por Latinoamérica y le fue dando forma al proyecto. “Cuando vine a vivir al bajo de San Isidro me decidí por otro estilo de vida, más en consonancia con la naturaleza y quise buscar una actividad que me permitiera combinar mi inclinación por lo social con mi trabajo en comunicación”, explica Angie.
Como comunicadora social, Angie se ocupa de la difusión. “En el mundo, con las economías en crisis la venta de este tipo de productos subió en los últimos años un 17% -explica-. La gente ya tiene una conciencia diferente y apoya desde la compra a quienes producen de esta manera”. La inversión inicial salió de sus propios ahorros, no recibió subsidios ni créditos. Hoy, el mercado se sustenta solo, pagan un alquiler al Tren de la Costa, cumplen con los impuestos municipales, todos los que trabajan perciben un sueldo y se le cobra al productor un monto que no suele superar el 15% de lo que percibe por sus ventas.
“Perla obtiene su ganancia del bar, esa es la forma que encontramos para que ella se autosustente dentro del mercado -explica Angie-. En cuanto a mí, aún no percibo honorarios como directora, si queda alguna ganancia, hoy la prioridad es invertirla para que el mercado crezca. Ahora estamos presupuestando el cerramiento para el invierno”. Suele creerse que la comida orgánica es más cara, pero las frutas, verduras, lácteos y hasta la ropa tienen precios muy competitivos. “Cada vez hay más gente que valora el trato directo, sin intermediarios entre el productor y quien compra -cuenta Perla-. Además, ahora empezó a venir la gente del barrio que se está animando a probar”.
Bajo la mirada atenta de Angie y Perla, Brenda Wyss con sólo 20 años y recién egresada de un colegio Waldorf trabaja en Sabe la Tierra en la coordinación del mercado y como responsable de la base de datos. “En mi casa siempre estuvo esta búsqueda de un estilo de vida distinto así que sumarme a la propuesta del mercado fue muy natural”. Ella trabaja de cerca con Lucila Rodríguez Carniglia, diseñadora de este grupo de mujeres que se completa con Dolores Bulit como asesora en comunicación y comercio justo. “Nuestro primer emprendimiento productivo lo hicimos hace dos años cuando capacitamos a 10 mujeres del bajo San Isidro en la producción de ecobolsas que son las que se utilizan en el mercado”, explica Angie. Desde su apertura, el mercado creció un 40%. Hoy conforman una organización civil en formación y evalúan replicar el modelo en otro barrio. “Me encanta trabajar con mujeres -dice Angie-. Se fue dando naturalemente, cada una aporta su sensibilidad, su mirada, su punto de vista. La tierra también es madre-mujer y creo que Sabe la Tierra tomó ese espiritu y esencia de la Madre Tierra”.