El tomate es una de las fuentes principales de vitamina C en la dieta.
Su nombre científico es Lycopersicon lycopersicum. Se trata de un fruto de la familia de las Solanáceas, que agrupa a 2.300 especies de plantas americanas productoras de alcaloides. Son pocas las Solanáceas comestibles, entre ellas el tomate, el pimiento, la berenjena y la papa, de gran relevancia en la alimentación humana.
El valor nutritivo y el perfume son mayores cuando el tomate madura al sol en pleno campo, aunque tenemos la posibilidad de consumir tomate todo el año cultivado en invernaderos.
El tomate es un alimento poco energético: dos tomates medianos tan sólo aportan 18 calorías. Aproximadamente el 95% de su peso es agua, cerca de un 4% son hidratos de carbono. Se le considera una fruta-hortaliza ya que contiene mayor cantidad de azúcares simples que otras verduras, lo que le confiere un ligero sabor dulce.
También es fuente importante de ciertas sales minerales (potasio y magnesio, principalmente). De su contenido en vitaminas destacan la B1, B2, B5, vitamina C y carotenoides como el licopeno (pigmento que da el color rojo característico al tomate). Estas dos últimas sustancias tienen carácter antioxidante con función protectora de nuestro organismo.
Se sugiere elegir tomates frescos, con la piel lisa y suave al tacto, sin reblandecimientos ni manchas en la piel ya que esto último nos indica que el producto está deteriorado. Conviene comprarlo semimaduro porque sigue madurando durante el almacenamiento.
Si se va a consumir crudo conviene lavarlo con abundante agua. No necesita condiciones especiales de conservación, aunque puede refrigerarse. Entero, se puede guardar -preferentemente en la heladera- de 6 a 8 días y en zumo natural o triturado, se conserva un máximo de dos días.
Su piel y su acidez, permiten que no haya pérdidas significativas de vitaminas. El tomate crudo no resulta apto para la congelación ya que se reblandece, aunque si se pueden utilizar para cocidos, guisados y salsas.
Para eliminar la piel de los tomates sin problemas se deben sumergir en agua hirviendo durante un minuto. Después se pasan por agua fría y se retira la piel cuidadosamente con ayuda de un cuchillo.
El tomate es uno de los alimentos o ingredientes más populares en Europa, debido en parte a su versatilidad y su facilidad para combinarse bien con queso, huevos, carne y una amplia variedad de alimentos y de hierbas aromáticas.
Saludables
Además del sabor, hay buenas razones para consumir tomate. Contiene vitaminas A (concretamente beta-caroteno o provitamina A), C y E (hay que consumirlo fresco para obtener esta última) y licopeno (colorante natural) de acción antioxidante, así como sales minerales.
Hidratos, proteínas y grasas
El tomate fresco es muy rico en agua (casi un 95% de su peso) y apenas contiene hidratos de carbono (3,50%), proteínas (1%), grasas (0,11%) y fibra (1,40%) con lo cual apenas aporta calorías (18 kcal/100 g). Sin embargo, destaca su riqueza vitamínica y mineral.
Vitaminas y minerales
En cuanto a las vitaminas, la más abundante es la vitamina C (26,6 mg).
Un tomate de 100 g cubre el 45% de las necesidades diarias de esta vitamina para un adulto sano.
Además resulta muy interesante el hecho de que el tomate sea un vegetal que puede consumirse en crudo o en zumo, porque de esta manera su contenido en vitamina C se mantiene prácticamente intacto y se aprovecha mejor.
En el caso del zumo, es conveniente consumirlo inmediatamente después de haberlo obtenido para evitar las pérdidas de esta vitamina.
También aporta vitaminas de los grupos B y E, una aceptable cantidad de ácido fólico y una pequeña cantidad de betacarotenos, precursores de la vitamina A.
Entre los minerales, destaca su contenido en potasio (250 mg), hierro (0,70 mg), magnesio (8,30 mg) y fósforo (27 mg).