San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Cosas que muchos repiten
   
Se sientan en cualquier lado, parece que no tuvieran energía suficiente para estar de pie, con el cuerpo equilibrado. Necesitan sentarse ya, no interesa dónde. No es importante si el lugar está limpio, puede ser el cordón de la vereda, el umbral de una casa o un negocio, el piso del tren, el pasillo de la parroquia...

Son cosas que muchos repiten, aunque no sepan muy bien por qué...

Se los ve tranquilos, no parece que estuvieran apurados por nada... salvo por apoyarse o sentarse, aunque esto puede ser una exageración.

Son chicos adolescentes de esta zona en la que vivimos, caminan las mismas calles que caminamos nosotros hace años (tal vez no tantos), pero se los ve algo lánguidos, algo desapasionados.

Ahí están con sus pantalones nuevos con apariencia de viejos y usados, caídos, con la entrepierna entre las rodillas, usando anteojos -que hace unos años hubiéramos adjudicado a varones de dudosa masculinidad-, mostrando lo que para la mayoría sigue siendo "ropa interior", con remeras ilustradas con barbados ídolos de barro, con gorros hasta las orejas aunque haga calor, aparentemente aislados del entorno conectados a los sonidos de un reproductor de música o una radio, con cortes de pelo de peluquería pensados para que no se note que fueron a la peluquería. Una especie de desprolijidad "calculada".

Son cosas que muchos repiten, aunque no sepan muy bien por qué...

Estos jóvenes con mohines de una marginalidad importada de otros marginales anti sistema se parecen demasiado entre sí. Rechazan toda forma de postura aprendida, recibida de adultos convencionales, como una forma de rebeldía constante. Desean gritarle a todos que ellos no pertenecen al sistema, necesitan mostrar en sus propios cuerpos las señales de este mensaje. Es por eso que adhieren a ser estandartes de esos símbolos grabados en su piel. Piel que también está atravesada por púas de distinto calibre. Primero fue en las orejas, luego una perforación no alcanzó y hubo que multiplicarla, después fueron las dos orejas, luego llegaron lugares menos preparados pero igualmente valiosos para embanderarlos de transgresión: labios, mejillas, arcos superciliares y... narices.

Son cosas que muchos repiten, aunque no sepan muy bien por qué...

Estos jóvenes -que no son mayoría aunque se ven abundantemente- pueden ser buenos muchachos, incluso podría ser que sean portadores de nobles sueños. Pero resulta a veces difícil imaginar que transitando esa extraña abulia puedan concretarlos.

Son muchachos y chicas con sueños cortos y sentidos largos. Con placeres dispares y vergüenzas disfrazadas. Demasiado chicos para muchas cosas, demasiado grandes para otras.

El vocabulario y los gestos de estos jóvenes están acorde con el resto: Pocas palabras muy repetidas, balanceos corporales que se repiten en otros jóvenes con similares indumentarias (algunos movimientos son inevitables ya que responden al manejo del cuerpo en un envoltorio de difícil manejo), y dos recurrentes miradas: una con el mentón hacia arriba -casi provocativo-, otra hacia abajo, concentrados en el teléfono celular.

Son cosas que muchos repiten, aunque no sepan muy bien por qué...

¿Serán fruto de la decepción general experimentada por sus padres en un mundo que cierra puertas, en un país que muestra desenfadadamente que las reglas están para ser violentadas, que los honestos no llegan demasiado lejos y que el presente es lo único que vale?

¿Acaso por la selección natural esbozada por don Charles Darwin estos muchachos y chicas son los adelantados de un progreso al que la humanidad camina, aún si saberlo?

Por otro lado están los otros. Aquellos que aún conservan el gusto por verse bien, que disfrutan no solo de estar limpios sino de parecerlo. Aquellos que si bien no están peinados y engominados al modo más tradicional -que los hay y bastante- se los observa prolijos, abiertos, francos. Con miradas tal vez cansadas pero luminosas. Que no se apoltronan en cualquier lugar.

Están los que visten camisas convencionales, pantalones convencionales y son chicos convencionales. Tal vez son rebeldes a su manera, tal vez sostienen que ciertas estructuras están perimidas, vencidas y deben ser modificadas. Aceptan que la libertad total no existe, que siempre hay alguna atadura que elegir, para saber, para crecer, para superarse. Para compartir.

Es probable que, a su manera, se ocupen de cambiar el mundo, y también es probable que se encuentren con una chica -convencional- y se enamoren. Y que consideren valioso el conocerse, el frecuentarse, el dialogar e imaginar una vida juntos. Y que por eso decidan casarse en lugar de "probar" con el torpe ensayo de la convivencia.

Y podría ser que no le teman al compromiso y se decidan a construir algo en serio con amor y fidelidad para siempre.

Son cosas que muchos repiten, aunque no sepan muy bien por qué...

 
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