San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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  .: RELIGIOSAS

 
Una reliquia del Padre Pio estuvo en Villa Adelina
   
Con el rezo del Santo Rosario, la misa y la adoración eucarística durante toda la noche, se dio la bienvenida a la reliquia de San Pio de Pietrelcina llegada de San Giovanni Rotondo (Italia) en la parroquia San Andrés Avelino [Pichincha 1050, Villa Adelina].

Se trata de una ocasión valiosa para la comunidad, habida cuenta de la importancia que tiene este santo como ejemplo vivo del mensaje evangélico. El único sacerdote elevado a los altares que llevó, durante 50 años, los estigmas de Nuestro Señor Jesucristo provocó a lo largo de toda su vida y luego también grandes conversiones y milagros.

Durante la misa del jueves 20 de Septiembre (a 100 años exactos de que recibiera los estigmas), luego de la lectura de la carta de San Pablo a los corintios, referida a la muerte y resurrección de Cristo, y del Evangelio según San Lucas, el párroco Juan Ignacio Ibañez reflexionó sobre la figura de San Pio.

"Hace 50 años comenzaba un tiempo difícil para el mundo y para la Iglesia", señaló el párroco haciendo una apretada síntesis de lo que sucedía por aquel entonces cuando la sociedad en su conjunto iniciaba un proceso de descristianización, desechando la creación, promoviendo el "amor libre", la píldora anticonceptiva, el feminismo y su radical rechazo a la maternidad y la fidelidad conyugal. Por supuesto, tambien hubo fieles cristianos que, motivados por aquella revolución cultural a la que invitaba el Mayo francés, elegían revelarse contra las enseñanzas de Dios.

"Es uno de esos personajes extraordinarios que Dios, de vez en cuando, envía al mundo para salvar a los hombres", dijo el Papa Benedicto XV cuando el Padre Pio aún era joven y había recibido recién los estigmas.

San Pio instaba a la oración profunda, sentida, convencida, entendiéndola no como "algo que hago yo, sino que Dios hace en mí", de ahí que su consejo era "reza, espera y no te preocupes".

El cuerpo del Padre Pio estaba atravesado por el dolor de las llagas sangrantes, pero eso no era impedimento suficiente para que entregara todo en cada misa, celebración que se prolongaba más dos horas (sin cantos ni agregados), y en las muchas horas que dedicaba a confesar. Los prolongados ayunos, incluso durante semanas, eran un camino elegido por el santo para convertir a un pecador.

La misa, para este hombre santo, era su vida. Y su vida, era una misa, un ofrecimiento total y constante a Dios, a quien pedía que lo haga merecedor de todos los castigos que pudieran corresponderle a los pecadores. Así entendía su misión en este mundo.

Este hombre que decidió entregar su vida a Dios, es sinónimo de sacrificio y mortificación, términos que "parecen pasados de moda", dijo el Padre Ibañez. "El Padre Pío mirando al Crucificado comprendía que sufrir es amar".

Los milagros y proezas de San Pio de Pietrelcina son miles, entre los que se encuentran el regreso de muchos pecadores a los brazos de Cristo, las familias que encontraron paz luego de muchos conflictos, los enfermos que hallaron salud con su intercesión.

La invitación del Padre Pío era, y es, aceptar el sufrimiento y las tribulaciones como camino de santidad, como regalo a Dios quien los transformará en amor.

El Papa Pablo VI señalaba que su deseo de sufrir por los pecadores y las llagas de Cristo, son el centro de la espirtualidad del Padre Pio. Fuera de esas características, hay tres enseñanzas que todos los cristianos pueden poner en práctica: la oración, el sacrificio y la Santa Misa. 


Algunos datos de su vida

Francisco Forgione
(San Pío de Pietrelcina) nació en el seno de una humilde y religiosa familia el 25 de Mayo de 1887, en una pequeña aldea del Sur de Italia.

Sus padres, ambos agricultores, encomendaron la protección de su recién nacido a San Francisco de Asís, por esta razón le bautizaron con el nombre de Francisco al día siguiente de su nacimiento.

Su vida transcurrió en los alrededores de la Iglesia Santa María de los Ángeles, donde fue bautizado, hizo su Primera Comunión, su Confirmación, y donde, a los cinco años, tuvo una aparición del Sagrado Corazón de Jesús.

Fue un niño callado y tímido, y muchos dicen que a tan corta edad ya mostraba signos de una profunda espiritualidad. Era piadoso, permanecía largas horas en la iglesia después de Misa.

A los 15 años de edad, Francisco había adelantado lo suficiente como para entrar al Seminario; sería Fraile Capuchino. Ingresó con la Orden Franciscana en 1902. Quince días después de su entrada, recibió el hábito franciscano que está hecho en forma de una cruz y percibió que desde ese momento su vida estaría "crucificada en Cristo", tomó además, por nombre religioso, Fray Pío de Pietrelcina en honor a San Pío V.

La Fraternidad Capuchina era una de las más austeras de la Orden Franciscana y una de las más fieles a la regla original de San Francisco de Asís. El ayuno y la penitencia eran prácticas habituales.

El 10 de Agosto de 1910, el Padre Pío es ordenado sacerdote en la Catedral de Benevento. La tarde de aquel día escribe esta oración: "Oh Jesús, mi suspiro y mi vida, te pido que hagas de mí un sacerdote santo y una víctima perfecta".

Su primera Misa la celebró en Santa María de los Ángeles, la iglesia de su pueblo donde había sido bautizado, recibido la Primera Comunión y la Confirmación.

Sin duda alguna lo que ha hecho famoso al Padre Pío es el fenómeno de los estigmas: las cinco llagas de Cristo crucificado que llevó en su cuerpo visiblemente durante 50 años.

El Padre describe este fenómeno y gracia espiritual a su director por obediencia: "Era la mañana del 20 de Septiembre de 1918. Yo estaba en el coro haciendo la oración de acción de gracias de la Misa y sentí poco a poco que me elevaba a una oración siempre más suave, de pronto una gran luz me deslumbró y se me apareció Cristo que sangraba por todas partes. De su cuerpo llagado salían rayos de luz que más bien parecían flechas que me herían los pies, las manos y el costado.

Cuando volví en mí, me encontré en el suelo y llagado. Las manos, los pies y el costado me sangraban y me dolían hasta hacerme perder todas las fuerzas para levantarme. Me sentía morir, y hubiera muerto si el Señor no hubiera venido a sostenerme el corazón que sentía palpitar fuertemente en mi pecho. A gatas me arrastré hasta la celda. Me recosté y recé, miré otra vez mis llagas y lloré, elevando himnos de agradecimiento a Dios".

Los estigmas del Padre Pío eran heridas profundas en el centro de las manos, de los pies y el costado izquierdo. Tenía manos y pies literalmente traspasados y le salía sangre viva de ambos lados, haciendo del Padre Pío el primer sacerdote estigmatizado en la historia de la Iglesia.

El provincial de los Capuchinos de Foggia invitó al Profesor Romanelli, médico y director de un prestigioso hospital, para que estudiara el caso y diera su parecer. El médico no tuvo la menor duda del carácter sobrenatural del fenómeno. Poco después la Curia Generalicia de los Capuchinos en Roma envió a otro especialista, el profesor Jorge Festa. Sus conclusiones fueron que "los estigmas del Padre Pío tenían un origen que los conocimientos científicos estaban muy lejos de explicar. La razón de su existencia está más allá de la ciencia humana".

La noticia de que el Padre Pío tenía los estigmas se extendió rápidamente. Muy pronto miles de personas acudían a San Giovanni Rotondo para verle, besarle sus manos, confesarse con él y asistir a sus Misas.

Después de minuciosas investigaciones, la Santa Sede quiso intervenir directamente. En aquel entonces era una gran celebridad en materia de psicología experimental, el Padre Agustín Gimelli, franciscano, doctor en medicina, fundador de la Universidad Católica de Milán y gran amigo del Papa Pío XI.

El Padre Gimelli fue a visitar al Padre Pío, pero como no llevaba permiso escrito para examinar sus llagas, este rehusó a mostrárselas. El Padre Gimelli se fue con la idea de que los estigmas eran falsos, de naturaleza neurótica y publicó su pensamiento en un artículo publicado en una revista muy popular. El Santo Oficio se valió de la opinión de este psicólogo e hizo público un decreto el cual declaraba la poca constancia de la sobrenaturalidad de los hechos.

En los años siguientes hubo otros tres decretos y el último fue condenatorio, prohibiendo las visitas al Padre Pío o mantener alguna relación con él, incluso epistolar. Como consecuencia, el Padre Pío pasó 10 años -de 1923 a 1933- aislado completamente del mundo exterior, entre las paredes de su celda. Durante estos años no solo sufría los dolores de la Pasión del Señor en su cuerpo, también sentía en su alma el dolor del aislamiento y el peso de la sospecha. Su humildad, obediencia y caridad no se desmintieron nunca.

"La Misa", dijo una vez a un hijo espiritual, "es Cristo en la Cruz, con María y Juan a los pies de la misma y los ángeles en adoración. Lloremos de amor y adoración en esta contemplación".

Una vez se le preguntó al Padre cómo podía pasar tanto tiempo de pie en sus llagas durante toda la Santa Misa, a lo que él respondió: "Hija mía, durante la Misa no estoy de pie: estoy suspendido con Jesús en la cruz".

El Padre amaba a Jesús con tanta fuerza, que experimentaba en su propio cuerpo una verdadera hambre y sed de Él. "Tengo tal hambre y sed antes de recibir a Jesús, que falta poco para que muera de la angustia. Y precisamente, porque no puedo estar sin unirme a Jesús, muchas veces, aun con fiebre, me veo obligado a ir a alimentarme de su cuerpo"... "El mundo, solía decir el Padre Pío, puede subsistir sin el sol, pero nunca sin la Misa".

En una ocasión se le preguntó si la Santísima Virgen María estaba presente durante la Santa Misa, a lo cual él respondió: "Sí, ella se pone a un lado, pero yo la puedo ver, qué alegría. Ella está siempre presente. ¿Como podría ser que la Madre de Jesús, presente en el Calvario al pie de la cruz, que ofreció a su Hijo como víctima por la salvación de nuestras almas, no esté presente en el calvario místico del altar?".

Después de la Santa Misa, el Padre Pío se sentaba en el confesionario por largas horas, dándole preferencia a los hombres, pues él decía que eran los que más necesitaban de la confesión. Al ser tantos los que acudían a la confesión, fue necesario establecer un orden, y confesarse con el Padre Pío podía implicar tres o cuatro días de espera.

Son muchos los impresionantes testimonios y las emotivas conversiones generadas a través de las Confesiones con el Padre Pío. Severo con los curiosos, hipócritas y mentirosos, y amoroso y compasivo con los verdaderamente arrepentidos. Uno de los dones que más impresionaba a la gente era que podía leer los corazones.

El Padre Pío era un hombre muy duro contra todo tipo de pecado, pero tierno, jovial y amante de la vida. Era un conversador brillante, con la astucia para mantener en suspenso a sus oyentes. Le gustaban mucho los chistes, y en su repertorio, no faltaban los que se referían a los soldados, políticos y religiosos. De la boca del Padre Pío, el chiste y la anécdota no eran solo sano humor y simple distracción, sino también una especie de apostolado: el apostolado de la alegría y el buen humor.

La tarde del 9 de Enero de 1940, el Padre Pío reunió a tres de sus grandes amigos espirituales y les propuso un proyecto al cual él mismo se refirió como "su obra más grande aquí en la tierra": la fundación de un hospital que habría de llamarse "Casa Alivio del Sufrimiento". El Padre sacó una moneda de oro de su bolsillo que había recibido en una ocasión como regalo y dijo: "Esta es la primera piedra". El 5 de Mayo de 1956 se inauguró el hospital con la bendición del cardenal Lercaro y un inspirado discurso del Papa Pío XII. La finalidad del hospital es curar al enfermo tanto espiritual como físicamente: la fe y la ciencia, la mística y la medicina, todos de acuerdo para auxiliar la persona entera del enfermo: cuerpo y alma.

"Lo que le falta a la humanidad, repetía con frecuencia, es la oración". A raíz de la Segunda Guerra Mundial, el mismo Padre funda los "Grupos de Oración del Padre Pío". Los Grupos se multiplicaron por toda Italia y el mundo. A la muerte del Padre los Grupos eran 726 y contaban con 68.000 miembros, y en marzo de 1976 pasaban de 1.400 grupos con más de 150.000 miembros. "Yo invito a las almas a orar y esto ciertamente fastidia a Satanás. Siempre recomiendo a los Grupos la vida cristiana, las buenas obras y, especialmente, la obediencia a la Santa Iglesia".

La envidia humana se echó encima de la obra del Padre Pío. Desde 1959, periódicos y semanarios empezaron a publicar artículos y reportajes mezquinos y calumniosos contra la "Casa Alivio del Sufrimiento". Para quitar al Padre los donativos que le llegaban de todas partes del mundo para el sostenimiento de la Casa, sus enemigos envidiosos planearon una serie de documentaciones falsas.

Algunas oficinas de la Curia Romana condujeron investigaciones, le quitaron la administración de la Casa Alivio del Sufrimiento y sus Grupos de Oración fueron dejados en el abandono. A los fieles se les recomendó no asistir a sus Misas ni confesarse con él.

El Padre Pío sufrió mucho a causa de esta última persecución que duró hasta su muerte, pero su fidelidad y amor intenso hacia la Santa Madre Iglesia fue firme y constante. En medio del dolor que este sufrimiento le causaba, solía decir: "Dulce es la mano de la Iglesia también cuando golpea, porque es la mano de una madre".

El viernes 20 de Septiembre de 1968, el Padre Pío cumplía 50 años de haber recibido los estigmas del Señor. Fue grande la celebración en San Giovanni. El Padre Pío celebró la Misa a la hora acostumbrada. Alrededor del altar había 50 grandes macetas con rosas rojas para sus 50 años de sangre... De la misma manera milagrosa como los estigmas habían aparecido en su cuerpo 50 años antes, ahora, 50 años más tarde y unos días antes de su muerte, habían desaparecido sin dejar rastro alguno de cinco décadas de dolor y sangre, con lo cual el Señor ha confirmado su origen místico y sobrenatural.

Tres días después, murmurando por largas horas "¡Jesús, María!", muere el Padre Pío, el 23 de Septiembre de 1968. Los que estaban presentes quedaron largo tiempo en silencio y en oración. Después estalló un largo e irrefrenable llanto.

Los funerales del Padre Pío fueron impresionantes. Se tuvo que esperar cuatro días para que las multitudes pasaran a despedirlo. Se calcula que más de 100.000 personas participaron en el entierro.

El 18 de diciembre de 1997, Su Santidad Juan Pablo II lo declaró venerable. El venerable Padre Pío fue beatificado el 2 de Mayo de 1999. El 16 de Junio del 2002, su Santidad Juan Pablo II canonizó al Beato Padre Pío. Es el primer sacerdote canonizado que ha recibido los estigmas de nuestro Señor Jesucristo.

El cuerpo incorrupto del Padre Pío puede verse en San Giovanni Rotondo (Italia).

 
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