San Isidro, Buenos Aires | |

 

 

 

 

 

 

     
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Las muchas formas de la violencia que ejercemos a diario debilitan a la sociedad
   
La violencia, entendida como la imposición abusiva de uno sobre otro, es el camino que utiliza de diferentes formas la sociedad argentina o, al menos, una parte importante de la que habita Buenos Aires.

Suele entenderse, como es lógico, que la violencia es un hecho físico, corporal, brutal. Y lo es. Y también, por imposición del feminismo, se la ubica como una característica masculina. Hemos escuchado a más de una mujer señalar que la violencia es parte de la naturaleza de los hombres, confundiendo las cualidades diferenciales referidas a la fortaleza física con el ejercicio de la brutalidad para con otros. Nada más alejado de la realidad.

Es claro que no todos (hombres o mujeres) se comportan en la actualidad de modo violento en lo físico o lo verbal. Pero la violencia se registra también cuando se socaba, destruye o debilita a las instituciones, las relaciones sociales, las formas de convivencia y los valores fundamentales.

El resultado de la violencia ejercida de esa forma, como es imaginable, es una tragedia de la que es difícil regresar. La violencia bastardea, percude poco a poco -como el óxido-, corrompe tanto y de tal modo, que nada vuelve a ser lo que era.

Las próximas generaciones se nutren de estas. Y si ahora nos movemos acostumbrados -o resignados- a la destrucción que propone el "todo vale", serán nuestros hijos y nietos los que se vivirán entre los fragmentos que le dejemos. Ningún panorama puede ser más desolador cuando este proceso tiene muchos años en marcha.

No hace falta una bomba de alto poder explosivo -aunque las hubo- para debilitar los cimientos de un gran país como lo fue la Argentina. Suena fuerte decir "lo fue" y realmente lo es.

Nuestro país fue un faro en el concierto de las naciones, fue el norte al que aspiraban otros, fue la realidad y la promesa. Pero en 100 años, o tal vez menos, las injusticias, los sectarismos, las ideologías violentas, los desgobiernos, los negocios, el oportunismo y unas cuantas cosas más, nos ponen en una situación lastimosa. Ricos en muchos aspectos, pero pobres en la estrategia, en las prioridades, en el diálogo y en la actitud.

Tantos años de no poner límites a un hijo, por ejemplo, nos enfrentan a un joven sin proyectos, que rechaza el esfuerzo productivo, el interés en colaborar cotidianamente con la familia, que no se integra a la sociedad, que descarta jugarse “el todo por el todo” por una utopía. Y si alguien no sueña con cambiar el mundo a los 18 años con las propias manos, si el objetivo de muchos jóvenes es que termine la semana para poder emborracharse, pavear hasta las 7 de la mañana y tener el "celu" de moda, ¿No estaremos ya en problemas serios?

Violencia es, valga destacarlo, la pornografía (que engaña ofreciendo cuerpos y maneras “ideales” de tener relaciones sexuales), la prostitución (que pagan mayoritariamente hombres para usar como objetos a las mujeres) y  son las drogas y el alcohol (que hacen perder el control de los actos e impulsan peleas entre hombres y agresiones a las mujeres).

Vayan algunos ejemplos de cómo se ejerce la violencia en nuestra sociedad hoy.

Violencia en los medios de comunicación: En la redacción de las noticias que incitan al escándalo, en la selección de los hechos a difundir, en la producción que fogonea el encontronazo entre posturas opuestas, en la publicación de hechos aberrantes con fotos y video con hipócritas advertencias, en los debates plagados de gritos y golpes bajos, en los comentarios de sitios web y redes sociales empapados de desbordes, de agresión y discriminación.

Violencia en la calle: En la reacción agresiva del conductor que sólo piensa en sí mismo, en el bocinazo fácil, en el estacionamiento impidiendo la circulación, en la falta de respeto a las reglas y la intolerancia hacia la corrección.

Violencia en el deporte: En la cómplice tolerancia a la infracción, al golpe, a la simulación, en la calificación de "folklorica" a la agresión al oponente, en la crítica despiadada, en la búsqueda de la victoria a cualquier precio.

Violencia en la política: En la mentira de las conveniencias circunstanciales, en el vaciamiento del sentido, en el trabajo "para la foto", en la improvisación constante, en la descalificación oportunista, en la permanencia a cualquier costo.

Violencia hacia la familia: En la convicción de que "nada es para siempre", en la promoción de la antinatura, en el desprecio a la maternidad y al compromiso, en la sobrevaloración del placer, en aceptación de la pornografía como “un juego”, en la "lucha de clases" planteada entre hombres y mujeres, en la concepción de éxito instalada en los niños.

Violencia hacia el futuro: En la desvalorización del esfuerzo, en la ponderación del cuentapropismo, en el descrédito de la propia idiosincracia, en la desmedida admiración por lo extranjero.

Violencia en la fe: En el vaciamiento de la profundidad, en la simplificación absurda de las cosas de Dios, en el gesto sin para qué, en la confusión entre tolerancia y ensamble, en la cobardía de la excesiva prudencia.

Violencia en el humor: En la autoflagelación propuesta por los "standuperos" que pretenden hacer reir con su propia ineptitud y una vida diaria donde todo falla, en el chiste que sólo tiene descalificación, en la ausencia de creatividad, en el desprecio a la inteligencia.

Violencia en el cuerpo: En el deliberado olvido de la moderación, en la desmesura del alcohol como significado ineludible de diversión, en la justificación de las drogas, en el estímulo de malos hábitos alimenticios en los niños "porque es de tanto en tanto".

¿Es posible frenar todas estas formas de violencia?. Si.

Algunas decisiones son individuales, otras son consensuadas con parejas, amigos y familia, otras son medidas institucionales y gubernamentales.

Detengámonos en las dos primeras:

Individualmente cada uno puede asumir que puede manejar algunas situaciones: medir sus palabras, encontrar la forma de frenar las reacciones, respetar las reglas de tránsito, controlar la cantidad y momentos de consumo de alcohol, no pagar por sexo, no consumir pornografía, no alimentar la desconfianza en los hijos, recuperar el gusto por el deporte jugado con nobleza, rechazar la trampa, escuchar a los hijos, sumarse a una ONG para trabajar por la comunidad.

Con novias, esposos, amigos y familia, hablar del tema de las distintas formas de violencia, que hacen daño de muchas formas, elegir diversiones en grupo que recuperen el humor sano sin agresión al otro (por su edad, por su estatura, por su peso, por sus incapacidades), dialogar más y buscar consenso sin echar culpas, aprender a perdonar y a pedir perdón.

 
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