Los colonizadores se encontraron, al llegar, con buena cantidad de productos de huerta que cultivaban los guaraníes, bien que con herramientas aún más precarias que las suyas. Los indios "rozaban" la tierra con ramas para plantar porotos, zapallos, batatas, maní, maíz y otras plantas con las cuales se alimentaban.
En esto nada tenían que inventar los labradores porque esos productos eran suficientes para el sustento. Sin duda que los aceptaron, pero agregándole los de su propia cosecha que los indios no explotaban.
Otras novedades que introdujeron los nuevos dueños de la tierra fueron las herramientas metálicas -horquillas, azadas, hachas, etc.- y quizá la rotación de los cultivos, si es que los naturales no habían descubierto ese elemental recurso para evitar la desnutrición del suelo.
En la medida en que los labradores fueron desmontando y desmalezando sus chacras se inició el ciclo agrícola-ganadero de San Isidro. Los primeros y principales productos que cultivaron fueron los siguientes:
Siglos XVI y XVII - Frutales: uva, melón, sandía, durazno.
Siglo XIX - Cereales: trigo, maíz, cebada, en ese orden.
Siglo XIX y XX - Verduras (hortalizas y legumbres): cebolla, ajo, zapallo.
(La lista no es excluyente; sólo indica los mayores volúmenes de producción).
El Pago de la Costa también proveía de leña, incluso para carbón. La alfalfa fue quizá el único sembrado que tuvo un aumento en lo años 1930. Eso se debió a que es una forrajera y la inauguración del hipódromo trajo caballos.
El cultivo de la vid tuvo sus mejores tiempos en el siglo XVI. Nuestros labradores producían vino patero que tenía buena salida en la ciudad, quizá porque era bastante más barato que el que se importaba. No era para menos. Calidad o gusto aparte, las distancias que tenía que recorrer el que venía de Europa, de Mendoza o del Paraguay -que allí también se producía- tenía un gran recargo por el flete. Los duraznos siempre fueron una fruta pródiga en el Pago y hasta hace pocos años era muy grande la cantidad de árboles en producción. Se utilizaban mucho para dulces. Hasta Concolorcorvo lo menciona en su famoso libro "El Lazarillo de Ciegos Caminantes" cuando cuenta su viaje al Perú, en 1771/73, y pasa por las plantaciones del Monte Grande, por el camino hacia Las Conchas. El duraznero también se utilizaba para leña.
La discontinuidad de las cosechas, especialmente las de trigo y maíz, fueron una constante porque dependían de un par de factores impredecibles: las lluvias y las plagas. Entre éstas, la de la langosta, el azote bíblico que llegaba periódicamente para engullirse todo lo verde que había sobre la tierra.
El Juez de Paz llevaba un control sobre lo que se cosechaba en el Partido y los alcaldes de cuarte le elevaban periódicamente un informe sobre la producción de su jurisdicción indicando la cantidad de fanegas (cada fanega serían unos 7.000 m2) sembradas, o las unidades registradas. Por ejemplo, comunica en 1858 el alcalde Santiago Prieto los datos de su Cuartel: Trigo: 2.199 fanegas. Maíz: 40 fanegas. Papas: 30 fanegas. Porotos: 23 fanegas. Cebollas: 10.000 ristras.
La fanega, que en términos de capacidad equivale a 55,5 litros, significa en valores de cultivo un área en la cual se puede echar semillas capaces de producir una fanega de trigo. En términos más accesibles, algo más de media hectárea o manzana. (6.000 m2).
Este tipo de fanega se llama "de puño o sembradera" para diferenciarla de la otra. Una fanega de trigo costaba, a mediados del siglo pasado, alrededor de 200.- pesos.
Si durante más de 300 años San Isidro le fue fiel a la producción agrícola, se hizo visible desde principios de este siglo que el ciclo verde llegaba a su fin, aunque esto se fue anunciando en forma progresiva.
Había factores concurrentes para que así sucediera. En primer lugar, el crecimiento de la ciudad y sus alrededores (sólo Buenos Aires tenía, en el año 1900, 821.293 habitantes, y seguía creciendo de un modo explosivo), lo cual significaba que el abastecimiento de trigo no lo podía cumplir un Partido de apenas unos 84 km2 y que también se estaba poblando y subdividiendo. Pero sí podía hacerlo el interior, máxime con el aporte de los nuevos ferrocarriles, que transportaban la producción. El caso de las verduras era distinto: requerían menos tierras, y, producidas cerca, se las traía diariamente frescas al mercado. El trigo podía venir de lejos: su ciclo de industrialización y comercialización tenía otros tiempos y otros mercados.
Así fue como las "tierras de pan llevar" se fueron convirtiendo en chacras y quintas de verduras, trabajadas por los inmigrantes -sobre todo, italianos-, cumpliendo un nuevo ciclo verde en San Isidro.
Las quintas de verduras vivieron su auge a caballo del cambio de siglo. Durante décadas se extendieron a todo lo largo y ancho del Partido, pero tampoco nacieron para quedarse y también ellas empezaron a alejarse cada vez más hacia la periferia, corridas por la subdivisión de las tierras. Cada vez fueron menos, hasta que terminaron por desaparecer del todo. La década del '30 es en esto muy clara y sus números muestran la evolución, como también lo hacen con los otros factores en juego (la industria y los servicios). El cuadro siguiente muestra la tendencia:
Periodo
Productos
Has cultivadas
Toneladas
1938/39
Maíz
20
53
Alfalfa
30
240
1939/40
Maíz
40
-
Alfalfa
70
400
Frutilla
5
15
1940/41
Frutilla
7
21
1941/42
Frutilla
8
18
Fuente: "La metamorfosis de San Isidro", de Pedro Kröpfl